17 Mar Hubiera sido mejor morir en la guerra
Por Rocío Sánchez Rodríguez.
4.000 niños durmiendo en un barrizal, en tiendas de campaña que flotan en charcos mientras la tos y el llanto no para en toda la noche. Mujeres que dan a luz en ese mismo barrizal mientras los menores enfermos piden zapatos. Familias rotas, madres que no saben cuándo van a volver a ver a sus hijos mayores y a sus maridos. Y todo ocurre en suelo europeo, en territorio de la UE. Esta era la situación que se vivía hace unos días en el campo de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia. Lo contaba desde el terreno, entre otros, el reportero Alberto Sicilia (@pmarsupia).
Ahora estos refugiados han tratado de escapar de esa situación inhumana cruzando varios campos y atravesando un peligroso río en el que tres personas se han dejado la vida en el intento. Muchos han logrado llegar a Macedonia. Pero allí las fuerzas de ‘seguridad’ del país ya les estaban esperando para devolverlos ‘en caliente’ otra vez a Grecia (es decir, a través, de un ‘empujoncito’ para que crucen de nuevo la valla). Otra vez a Idomeni. Otra vez al barrizal. Y esto es sólo un revés más de un largo y duro camino. Una madre con ocho hijos y sin marido aseguraba hoy que hubiera sido mejor morir en la guerra…
Pero el maltrato no acaba ahí. La intención ahora es deportar a través de Turquía a «todos los inmigrantes», incluidos los demandantes de asilo sirios, que lleguen a territorio europeo. Usar a los refugiados como moneda de cambio. La UE paga al Gobierno turco para que haga el trabajo sucio y así saca fuera de ‘sus fronteras’ el problema.
Aquí un vídeo de la policía turca apaleando a varios refugiados: http://www.bbc.com/news/world-europe-35794563
Asistimos a la mayor crisis humanitaria a la que se ha enfrentado Europa en los últimos tiempos, y la solución nunca puede ser levantar vallas y mirar para otro lado. Es inhumano. Lo que sí es humano es huir del infierno. Por eso, por mucho que se quiera esquivar el problema, seguirá habiendo personas que pidan refugio. Porque todos lo haríamos. Porque, de hecho, todos lo hemos hecho. Y por muchas fronteras que se cierren, escapar de la guerra será la única salida para quienes lo pierden todo en un bombardeo. Y cerrando las fronteras lo único que se consigue es que las mafias se froten las manos y que entonces el problema parezca otro, claro.
Los cinco años de conflicto en Siria han dejado 270.000 muertos y 4,5 millones de refugiados. Como si toda la población de Gijón muriera de repente y todas las personas que viven en Madrid y Barcelona tuvieran que abandonar su ciudad y su país dejando atrás toda su vida porque el horror les persigue.
Hay más cifras que hielan: unos 10.000 menores han desaparecido nada más llegar a Europa, cayendo en manos de las mafias (lo que significa que muchos terminarán en la prostitución); y, tras la muerte en septiembre de Aylan, el pequeño kurdo de tres años, más de 340 menores, muchos de ellos bebés, han fallecido entre las costas de Turquía y las islas griegas. El Mediterráneo oriental se ha convertido en un cementerio de niños que huyen de la barbarie.
Un dato más a recordar: de los 4,5 millones de refugiados, sólo 18 han llegado a España. 18 ha sido un número suficientemente alto para que se desaten los bulos y las mentiras que alimentan el miedo a lo desconocido y, en consecuencia, el rechazo.
Aquella foto del pequeño Aylan removió conciencias y conseguimos ser un poco más humanos. Pero tanto daño nos hizo que preferimos desviar el foco hacia si era ético o no publicar la imagen de un menor muerto. El problema, obviamente, no era la foto, sino lo que estamos permitiendo.
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