20 Ago Con las bragas en la mano
A veces se llaman micromachismos, a veces la línea que separa la información libre de la opinión y el peligroso y sibilino machismo es difusa y admite discusión, a veces es violencia física, y a veces es violencia a secas. Otras veces es machismo a bocajarro y es, como la expresión que he utilizado, mortal, sucio, desagradable y que esparce los trozos del cadáver.
La concejala Teresa Porras, de Málaga, opina -machista y a bocajarro- que es de mal gusto que las niñas vayan por la feria con las bragas en la mano (se ve que yo voy poco a ferias, porque nunca he visto semejante práctica), pero no le parece de mal gusto expresarse así y, mucho menos, reprobable por hacerlo en público.
Yo digo que esa señora es machista. Eso lo digo sin matices. Y que además ese machismo, instalado en el acervo de principios de gran parte de la sociedad y del que no hay que desdecirse sino alardear, es parte de un triste recorrido que nos lleva a la muerte.
No hablaré aquí ahora de micromachismos. Sí digo, en cambio, alto y claro, que el machismo lo mismo separa a los niños y las niñas en el colegio que atropella a mujeres o las mata y las entierra en cal viva. Machismo es creer que las mujeres y los hombres somos distintos por ser mujeres y hombres, que además así ha de ser pues la naturaleza nos ha hecho diferentes, que las mujeres tenemos unas reglas de comportamiento por ser mujeres y que son distintas que las de los hombres por ser hombres, que las mujeres somos sumisas y nos gusta que nos protejan y los hombres son líderes y les gusta ser protectores, que proteger también significa decir lo que se puede hacer y lo que no se puede, y que proteger también incluye corregir los comportamientos equivocados… Detengo aquí la cascada por el momento.
¿Puedes identificar en qué parte de la cadena está la expresión de la concejala Teresa Porras?
Editorial: María Lanzas
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