03 Dic Ya estaban aquí
A la vuelta del verano alguien que conozco, y que no sigue en absoluto las vicisitudes de la política, me preguntó si yo sabía de la existencia de un partido llamado Vox. Le contesté que sí, que se habían presentado a las europeas de 2014 y que habían estado a punto de obtener un eurodiputado. Esta persona no había oído hablar nunca de dicho partido y, de repente, en todos los lugares se hablaba de él sin que hubiera habido un hecho noticiable que lo justificase, ni procesos electorales ni nada. Imagino que expertos habrá para analizar ese repentino interés de publicitarlos por parte de casi todos los medios.
La ultraderecha ya estaba aquí
Pero están aquí, entre nosotros. Los votantes de la ultraderecha existían e iban a votar. Luego en el bar y en las secciones de cartas al director se mostraban como lo que eran: pensamiento cuadricular, escasa empatía, primitivismo emocional, nacionalismo a ultranza, desprecio a lo diferente, demonización de lo que viene de fuera, apelación constante a la pureza de sangre, misoginia destilada y una gran incapacidad para establecer relación entre las causas y los efectos en muchos temas políticos y sociales.
Ya estaban aquí, entre nosotros. Y todo el mundo los ha tenido al lado en celebraciones familiares, en el trabajo o en el vecindario. Han tardado en pisar la moqueta desde que Blas Piñar la abandonara en 1982 y me temo que estarán un tiempo por aquí ya que el caldo en el que se cuece el neofascismo está ahora en plena ebullición.
¿Se venía venir? Sí, se veía venir. Y tampoco hemos hecho nada para desenmascararlos. Si estás codo con codo con ellos en una manifestación en Barcelona, es posible que el votante de El Ejido deje de avergonzarse de votar al PSOE, como ha hecho toda la vida, y meta la papeleta de quien va a echar a todos los moros y negros que están en los invernaderos, esos que con su sudor y a 50 grados bajo los plásticos han convertido una provincia que se desangraba demográficamente en receptora de trabajadores. Veremos quién entra a trabajar allí cuando los expulsen.
La tentación en los tiempos de crisis es azuzar a los pobres contra los paupérrimos, que los penúltimos de la fila echen la culpa a los que acaban de llegar los últimos arrastrándose por una playa del sur. Es un mensaje que cala y que ahora se visualiza con porcentajes, horquillas y escaños.
El domingo 2 de diciembre no se podían dar datos de escrutinio hasta que no cerraran las urnas de Sanlúcar y solo teníamos una encuesta de Abc. Durante dos horas nadie decía nada y me empezó a oler mal, porque los interventores de cada colegio deberían ir sabiendo el resultado de cada mesa y bastaba con tener localizadas medio centenar de urnas para saber qué estaba pasando. Cuando lancé la pregunta en Twitter, poco antes de las nueve de la noche, un exdiputado de IU me envió un acta de un pueblo de la sierra sevillana en el que el partido de ultraderecha superaba a Adelante Andalucía y a Ciudadanos. La pesadilla se había hecho realidad, la encuesta de Abc no iba desencaminada y la extrema derecha de Trump, Le Pen, Orban y Salvini entraba en un parlamento autonómico español. Ya están dentro, pero estaban aquí desde hacía mucho tiempo. Solo nos queda organizarnos bien y anteponer los Derechos Humanos a cualquier otra cosa.
Por Javier Figueiredo
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