19 Ene Lo que pudo ser
Por Agustín L de la Cruz
Considerando que esta semana se cumple el tercer aniversario de la teatral y trascendental presentación de un nuevo partido político, como bien recuerda el actor Alberto San Juan, os propongo un ejercicio de imaginación subversiva, también llamada política-ficción: en noviembre de 2014, año fundacional, los documentos más votados en Vistalegre son los de Echenique y Teresa Rodríguez, y por lo tanto Podemos se dota de una dirección compartida entre tres personas, en lugar de un solo secretario general de poder omnímodo, y además decide presentarse a las municipales con su propia marca en las principales ciudades del país; en el verano de 2015 el sistema de primarias para las elecciones generales se fundamenta en la circunscripción provincial y por lo tanto en la confianza hacia los Círculos y hacia la gente que se ha dejado la piel organizando el partido desde la nada, no en un apaño según el cual tus contactos en Madrid te convierten automáticamente en candidato o te condenan al ostracismo; en la primavera de 2016 (o antes), se impulsa una confluencia de verdad, desde abajo, una confluencia que ayude a recuperar la ilusión y la capacidad de desborde, no un pacto entre cúpulas producto de la repetición electoral y regado con botellines; durante todo este tiempo, en definitiva, se evita con uñas y dientes la paulatina conversión en un partido político al uso, acechado por los males propios del sistema: jerarquización, liderazgos autoritarios, acumulación de poder y de cargos, desprecio hacia las bases, clientelismo, lealtades basadas en la sumisión.
Si este recorrido imaginario se hubiera puesto en práctica, ¿habrían sido mejores los resultados electorales, se habría conseguido llevar el cambio tantas veces prometido a las instituciones, se habrían logrado derribar las murallas de la corrupción, de los recortes y del bipartidismo? Quizá sí, quizá no: lo que es seguro es que Podemos habría sido mucho más fiel a sí mismo, a su origen, a la ola de ilusión que despertó entre la gente, a los principios que dice defender de palabra y por escrito, a todo aquello que llevó a la presentación de un nuevo partido político en el Teatro del Barrio, Madrid, el 17 de enero de 2014. A Manuel Azaña le preguntaron en cierta ocasión si la libertad hace más felices a los hombres, y él contestó que los hace, sencillamente, hombres. Me atrevo a parafrasear al que fuera presidente de la II República para compartir con vosotras un secreto: la fidelidad a los ideales y a las bases y a los principios políticos no convierte a un partido en una máquina de guerra electoral capaz de ganar unas elecciones tras otras; lo convierte, sencillamente, en aquello que dice ser.
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