El guapo, el corrupto y el coletas

elecciones generales

El guapo, el corrupto y el coletas

Por Agustín L de la Cruz

Análisis a vuelapluma de la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE: Pedro tenía un buen relato, cuestión clave en los tiempos del storytelling y del marketing político; los militantes socialistas estaban hartos de que se los mangoneara y son más de izquierdas que sus dirigentes; Borrell tenía razón.

Josep Borrell tenía razón cuando, en los idus de octubre que acabaron con la defenestración de Pedro Sánchez y por lo tanto con el comienzo de su regreso triunfal, declaró que el PSOE está condenado a entenderse con Podemos porque, entre otras cosas, “nuestros hijos están en Podemos”. La eterna división de la izquierda es una cuestión, además de histórica, generacional. Y no tiene demasiado mérito darle la vuelta a la frase para recordarle a Pablo Iglesias y compañía que sus padres están en el PSOE. Es una simplificación, sí, pero no por ello menos cierta.

Preguntado acerca de cuándo logrará la izquierda desbancar al PP, el periodista Ignacio Escolar afirmaba hace unas semanas que tal cosa no llegará hasta que una de las dos izquierdas se imponga sobre la otra. Este panorama, especialmente tras las contundentes victorias de Pedro y de Pablo en sus respectivas primarias, no se vislumbra en el horizonte para esta década, y tal vez ni para la siguiente.

Lo que nos ha conducido a este desierto en el que el partido más corrupto de Europa controla y parasita las instituciones (gracias, no se olvide, al persistente apoyo de Ciudadanos, y ahora también del PNV) es precisamente la obcecación de unos y otros, padres e hijos, por alcanzar la hegemonía de la izquierda antes de tiempo. En el amargo tránsito de las primeras elecciones generales a las segundas, en lugar de apostar a toda costa por echar a Rajoy y paliar la corrupción y los recortes sociales, todo fueron tacticismos con la vista puesta en la repetición electoral: Pedro, maniatado por unos barones que le prohibieron llegar a acuerdos con Pablo (por esos mismos barones que gobiernan sus autonomías gracias al apoyo de Podemos), y Pablo más preocupado por el mítico sorpasso que por mejorar la vida de la gente.

Todo esto es lo que se denomina partidismo, poner los intereses de parte por encima del interés común, y es lo que, en gran medida, castigó en las elecciones de junio con su abstención el electorado de izquierdas. Podríamos abundar en la exquisitez del votante de izquierdas frente a las inconmensurables tragaderas del electorado de derechas, pero eso es materia para otro artículo. Lo que aquí nos importa es ahuyentar el fantasma del partidismo, ahora que Pedro y Pablo parecen dispuestos a entenderse y a no repetir los errores del año pasado. La frustración generada durante ese annus horribilis está muy presente en la sociedad española: es una frustración política que puede larvarse hasta conducir a un largo periodo de desencanto similar a los tiempos anteriores al 15M, o que puede transformarse en energía para el cambio social. Gracias a esa energía, decantada a partir de la frustración, Pedro Sánchez vuelve a dirigir su partido, contra todo pronóstico, contra el establishment, contra los medios, contra sí mismo incluso. Acabado el bipartidismo, por ver nos queda que no se imponga el partidismo y que, por lo tanto, el guapo y el coletas se confabulen para que el corrupto acabe como acaban los malos de las películas. La afición por el western debería ser intergeneracional.

1 Comment

Post A Comment

En Politocracia nos preocupa tu privacidad

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios, así como facilitar y analizar la navegación. Si continuas navegando consideramos que las aceptas ;)

Más información sobre nuestra política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies