23 Dic Blanca navidad
Por Agustín L de la Cruz
Esta semana celebramos la vuelta a casa por navidad de todos esos españoles emigrantes sobradamente preparados y sobradamente expulsados de su país por la crisis y por las políticas que acompañan a la crisis: su número no para de crecer cada año, como tampoco disminuye el cinismo del Gobierno a la hora de abordar el asunto. El recién estrenado ministro de Exteriores se ha cubierto de gloria al declarar que «irse fuera a vivir, a trabajar, enriquece, abre la mente y fortalece habilidades sociales». Para enriquecerse ya está el Partido Popular, y para viajes al extranjero los que hacen ustedes a Suiza y demás paraísos fiscales, señor ministro. Su afirmación, insultante para los afectados, va sin duda dirigida a tranquilizar las conciencias de sus mayores, el principal granero de votos del PP; todos sabemos que arrasan entre los mayores de 60 años, pero hay otro dato poco conocido y estremecedor: de las cuatro principales formaciones políticas, el partido de Rajoy es el menos votado entre la población activa, es decir, entre quienes trabajan. Pero volvamos a los que vuelven por navidad, señor ministro: si tan positivo es emigrar, ¿por qué se dificulta el derecho al voto de los residentes en el extranjero, que tienen que sortear mil trabas para ejercer el más básico de los derechos en
democracia? Antes era mucho más sencillo, y lo curioso es que, como denuncia la Marea Granate , el denominado “voto rogado” fue introducido por el PSOE en el año 2010, intuyendo quizá la debacle electoral que se les venía encima. Sobra añadir que el partido más votado por los pocos emigrantes españoles con tiempo, paciencia y dinero suficientes para votar (porque votar desde el extranjero cuesta un dinero que el Estado tiene obligación de devolver, aunque rara vez lo hace) es Podemos, naturalmente. No hacen falta muchas cuentas para vislumbrar el vuelco electoral que podrían haber producido los residentes en el extranjero de habérseles permitido votar con la misma facilidad que a sus paisanos en suelo patrio. Hasta para ejercer el derecho al voto hay ciudadanos de primera y de segunda, señor ministro, y España no es país para jóvenes.
Esta semana también celebramos el sorteo de navidad, pero quienes de verdad están de suerte son los afectados por las cláusulas suelo. La justicia europea obliga a los bancos españoles a devolver lo robado a familias como la de esta mujer que cuenta su historia en el diario Público : para una trabajadora como ella, la diferencia son 400 euros al mes, la distancia que hay entre vivir en la pobreza y vivir con dignidad. La noticia despierta varias reflexiones: primera, que pertenecer a la Unión Europea puede servir para corregir injusticias nacionales, de lo cual se deduce que nos iría mucho mejor si esta UE fuera menos mercantil y más democrática; segundo, que si las cláusulas suelo son contrarias a derecho se nos cae la consabida disculpa de los bancos (que algunos en conversaciones de barra de bar corren a invocar como si ellos mismos fueran directivos de banca o aprendices de Rodrigo Rato) según la cual no se obligaba a nadie a firmar una hipoteca a punta de pistola, cuando todos sabemos que para estafar o engañar no hace falta recurrir a armas de fuego; tercero, que la justicia nacional ya falló contra las cláusulas suelo pero sólo obligaba a los bancos a devolver lo robado hasta 2013, no fuera a ser que el sistema bancario se tambaleara en plena crisis financiera, una decisión que es todo un alarde de derecho parcial y asimétrico, ¿se imaginan que a un ciudadano corriente (no directivo de banca ni aprendiz de Rodrigo Rato) la justicia le dijera, eres culpable de tal cosa, te condenamos a pagar tanto de multa, pero bueno, como hay crisis y tal, y sabemos que te cuesta llegar a fin de mes y vas a montar un negocio con tu primo segundo, pues ya si eso nos pagas un tercio de la multa y a correr?; cuarto, que también se cae por su propio peso otra de las consabidas letanías de los fatalistas de barra de bar, a saber, que no se puede hacer nada contra el sistema, que se lo digan a la pareja protagonista de la noticia y a su abogado, que han perseverado contra viento y marea, contra amenazas del banco y costas judiciales, hasta conseguir lo que querían y beneficiar a otras muchas víctimas de las cláusulas suelo que ya se habían resignado a dejarse robar. La lotería reparte suerte, la justicia hay que ir a buscarla.
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