11 Dic Francisco Paesa: el hombre de las mil caras
Si existe un personaje que represente como ningún otro los oscuros entresijos del delito en base a sus relaciones con el poder, en este país aparentemente intrascendente en lo que a influencia política se refiere, ese es Francisco Paesa. Un personaje que bien podría haber surgido de una novela de John Le Carré a quien el director sevillano Alberto Rodríguez Librero (1971) retrata con descarada verosimilitud en “El hombre de las mil caras”, drama de suspense basado parcialmente en hechos reales.
Rodríguez, quien se consagró a nivel de público y crítica con “La Isla Mínima”, un thriller de investigación ambientado en la posguerra, ya dejó entrever en ella su interés por los personajes ambiguos, en conflicto con la ley. Más claramente se veía en su anterior película, la trepidante “Grupo 7”, en la que un grupo de policías no dudaba en hacer uso y abuso de su cargo para enriquecerse impunemente. Con “El hombre de las mil caras” este director va más allá, demostrando que está naturalmente dotado para abordar este tipo de argumentos, al encarar con solvencia el encargo de retratar la figura de uno de los principales implicados en uno de los escándalos políticos y mediáticos más sonados de su época, el caso Roldán.
Un espía con muchos rostros
Alberto Rodríguez, que se basó para este proyecto en la obra literaria de Manuel Cerdán, “Paesa: el espía de las mil caras”, decidió, al contrario que el escritor, centrarse en el capítulo antes mencionado de la vida del personaje, en lugar de hacerlo en toda su trayectoria delictiva.
Merece la pena saber que Paesa, desde muy pronto, extendió su ámbito de operaciones más allá de nuestras fronteras, y será entre estas y aquellas donde desarrollará su carrera hasta llegar a desempeñarse, ironías de la vida, como espía, o más aduladoramente hablando, agente secreto de los servicios secretos franceses de contraespionaje y, más tarde, del Gobierno Español, durante el mandato de Felipe González, para mediar en una operación contra ETA que acabó con una orden de busca y captura en su contra, firmada por el ya juez Baltasar Garzón.
Francisco Paesa nunca olvidaría lo que él consideró una traición por parte del gobierno para el que trabajó, y se resarciría años más tarde cuando el entonces director de la Guardia Civil, Luis Roldán, solicitó sus servicios para huir del país con una más que sustanciosa cantidad de dinero, afanada a las siempre precarias arcas españolas. Por medio de las muchas maquinaciones que urdirá a partir de ese momento, llegará a poner entre las cuerdas, incluso, al por entonces Ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch.
Un film de intriga y acción envolventes
Es en este punto aproximado cuando se inicia la acción de “El hombre de las mil caras”, encarnado en la ficción por un muy profesional y entregado Eduard Fernández, a quien su actuación sobresaliente le valió la Concha de Plata al mejor actor en la 64 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Paesa, que ha perdido todo su ascendente, intenta desesperadamente recuperar su ostentoso estatus anterior. Resentido y acostumbrado a una vida de carácter suntuario no desaprovecha la oportunidad cuando se presenta el día en que Roldán y su esposa acuden a él.
El director dirige con pericia los complejos tejemanejes y ardides que este ladrón de guante blanco pergeña con audacia y astucia entre Madrid, Paris, Ginebra y Singapur, sin dejar decaer ni la tensión ni la intriga y manteniendo al espectador bien sujeto al sillón en todo momento.
Pero el film explora también otros aspectos de la figura de Francisco Paesa, como fueron las relaciones personales que mantuvo con su mujer y, sobre todo, con Jesús Camoes, interpretado por el actor José Coronado, su colaborador más cercano y quizás su único amigo, en lo que terminan siendo retazos de una vida condenada a la soledad y la desconfianza absolutas.
Una figura oscura que nos otorga la luz
Francisco Paesa fue una figura oscura en un periodo también oscuro, el de la España de los GAL durante los años ochenta, que supo desenvolverse como pez en el agua entre las procelosas corrientes del poder y la política, para salir airoso a su manera. Este no es, por tanto, un film de moraleja y castigo, sino la historia de un hombre que en su trepidante existencia, siempre al filo de la legalidad, deja al descubierto para sorpresa de incrédulos e ingenuos, todas y cada una de las caras, también sombrías y taimadas, de aquellos que, sin importar su cargo o débito social, flirtean con el poder.
Por Fidel Martínez
(Sevilla, 1979) Ilustrador y autor de historietas
Licenciado en Bellas Artes, autor de los libros Sarajevo Pain (Norma editorial, 2020), Fuga de la muerte (De Ponent, 2016) y coautor ,junto a Jorge García, de Cuerda de presas (Astiberri, 2005)
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